jueves, 6 de diciembre de 2012

Buscando el asombro

La propia vida es un viaje maravilloso hacia un destino soñado, que es precioso transitar.

Se viaja para ir en busca del asombro, para sentir ese impacto que provoca lo desconocido, lo que nos es ajeno, aquello que deja una huella perdurable en nuestro disco duro, en nuestra frágil pero impresionable memoria. Uno quiere atrapar el asombro y, por eso, persigue el viaje. Se sale con una pequeña maleta y una cámara de fotos o video y se regresa cargado de experiencias, se vueleve cambiado, porque, en el transcurso de nuestra escapada, si la hemos hecho en buenas condiciones, se nos habrá cruzado, seguro, una mirada, un paisaje, una forma de entender la vida, un personaje singular, una conversación, un olor...

Y eso es lo que alimenta el espíritu del viajero, el gozo por saber, el afán por aprender, el vicio de descubrir. 


Un viaje nace antes de poner tierra de por medio, porque uno sueña con él antes de realizarlo y es bonito ir trazando las coordenadas de una aventura que nunca se va a parecer a lo imaginado. Uno quiere verlo todo, ser testigo de la fragilidad de un mundo que se transforma a cada rato, pero nuestra esencia humana es limitada y por tanto hay que elegir.

Hay quien prefiere destinos exóticos y también quien se conforma con rutas más asequibles. Da lo mismo, importa el compañero del viaje y, sobre todo, la intención y la mirada que uno pone en esa maravilla que está por descubrir.

La propia vida es un viaje maravilloso hacia un destino soñado que no siempre se alcanza como uno imagina, pero cuya andadura es precioso transitar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario